jueves, 30 de abril de 2020

DEL TIEMPO LA ESCLAVA PERDIÓ LA VIDA (Ensayo filosófico)


Del tiempo creemos integrar los grandes cúmulos de conocimiento, se nos ha concedido la comprensión del mismo desde que tenemos uso de razón, lo medimos en horas para contabilizarlo en días, programarlo en meses y rememorarlo en años, establecemos edades y cuantificamos vidas.

    Hablamos de él como solemos hablar del día y de la noche, lo damos por hecho sin verlo materializado por nuestros sentidos ante la innegable resolución de que forma parte de uno de los grandes principios estructurales del universo, pero igual que una fuerza imparable, no puede ser dominado y sometido, cometemos el deplorable error de creer que lo podemos controlar a nuestro ignorante capricho, asegurar incesantemente que lo aprovechamos con la fragilidad de la certeza de que el orden es el medio que tomará ventaja sobre el mismo, un destello del subconsciente que no se explica, tal y como concebimos el concepto de fe.

    El interés por el tiempo es la catástrofe misma del ser humano, igual que con la caja de pandora, no debió ser abierto permitiéndole desembocar la inmensidad de su significado, pudiéramos haber sido pacientes, estudiarlo y entenderlo sin dejar que su propio manto recubriera toda razón de nuestra existencia; no lo decimos, pero lo sabemos, escatimamos que nos aventaja día con día robando fragmentos de nuestra presencia, terminamos lamentando la perdida de la juventud relegada en banalidades que no dejaron más que memorias perdidas, o buscamos aceptar su incesante movimiento creyendo que entendemos la fugacidad de nuestra vida material, tal vez es en este punto donde algunos encuentran la última esperanza para rescatar la conciencia en la fe de una idealización religiosa, ante el inminente final de desesperar en la nada.

    Quizás la clave de la percepción de inmortalidad recaiga en la ignorancia misma, la desacreditación de esta presencia inmaterial, desarraigarse de las limitaciones que el tiempo establece como leyes imperantes, establecidas para recordarnos que ya no somos lo que fuimos y seremos lo que se acaba; recuerdo que una vez una persona me aseguró que los días se volvían perpetuos cuando no volvía la mirada ni un solo instante al reloj, hay personas que solo con olvidar su edad dan acreditación a una vida sin restricciones que mantienen una juventud eterna de la conciencia.

    Tal vez la lucidez del conocimiento es no dejar que recubra la universalidad de nuestros pensamientos, razones para encontrar el sufrimiento hay muchas, y aunque el tiempo las vuelve irremediables y prevalecientes, de la experiencia es que recae la sabiduría del ser, los destellos de felicidad no se contabilizan, se concentran en la memoria como argumentos que enorgullezcan nuestra existencia.

    Del inicio a fin, la vida no es algo que simplemente se deba de aceptar, no se trata de conformarse con el irremediable desenlace y subsistir a partir de ello, la naturaleza humana nos llena de ambición y deseos infinitos, pensar que la idea de prevalecer es eterna se vuelve en una satisfacción que, en el inminente ocaso de nuestros días, quedará saciada y relegada del ciclo aventurado.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

LA BODA, EL FORASTERO Y UN “ONCE UPON A TIME…”

  Había un incontrolable ajetreo motivo de un tradicional evento, era una calurosa mañana del quinto día de la última semana de Julio en una...